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¿Placer o felicidad? Guía práctica para no confundirlas

¿Sabrías diferenciar de forma clara el placer y la felicidad? Tan próximos semánticamente y a la vez tan lejanos fisiológicamente, a través de esta entrada en el blog de Lourido & Prado trataremos de buscar sus diferencias en las distintas dimensiones para que, después de leerla, no vuelvas a confundir una sensación con la otra.

Comencemos por lo puramente físico, por aquellos aspectos más relacionados con la medicina.  Y es que la primera y principal diferencia entre ambas son los neurotransmisores a los que se asocian: la dopamina en el caso del placer y la serotonina en la felicidad. Si capturamos la actividad del cerebro en una imagen cuando experimentamos una de esas dos sensaciones vamos a visualizar mucho mejor las diferencias. Mientras la dopamina alcanza a cinco receptores diferentes, la serotonina toca hasta 14 de ellos. Esta es la razón por la que, según miembros de la comunidad científica, la felicidad puede sentirse de muchas maneras diferentes. El placer, por lo tanto, se desarrolla mediante un circuito neuronal mucho más sencillo, más primario.  La dopamina, asociada a los procesos de motivación y recompensa, es diferente a la serotonina, vinculada a la alegría y la verdadera felicidad.

El paradigma de sociedad actual ha ayudado también a que confundamos ambas sensaciones y su significado. El mundo occidental, con un marcado carácter hedonista, busca constantemente el placer. Es una sensación momentánea, producida por un agente externo, y está relacionado con experiencias de nuestros sentidos. Podemos confundir esas sensaciones positivas con la felicidad, pero al no depender de nosotros no durarán mucho tiempo. Ahí encontramos otro de los factores diferenciales entre placer y felicidad: la temporalidad. Mientras uno tiene una proyección a corto plazo, el momento del “consumo”, la otra la tiene a largo plazo.


Al ser efímeras las acciones que nos encaminan al placer tienen un efecto que será otro de los factores diferenciadores entre ambas emociones. Al ser poco duradero, cada vez buscarás más estímulos que te acerquen al placer, hablamos por lo tanto de una sensación adictiva. La felicidad, como se paladea poco a poco no tiene ese componente que nos engancha y nos hace dependientes. En el primer caso el cerebro siempre quiere más y en el segundo se siente saciado y en equilibrio. Y por último el factor social. Mientras el placer es más individualista y normalmente se experimenta solo, la felicidad está más relacionada con compartir sensaciones con los demás. Además esta incita a dar a ofrecer, mientras que por el contrario el placer a tomar a recoger esas recompensas que buscas.